Oro en las ciudades

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Priscila Oms

 

Máquina de escribir: Nora Baylach (@norabaylach). Imatge de portada de Nora Baylach (@norabaylach).

Nunca me he considerado artista. Decirme a mí misma que lo que hago es arte me queda grande.

Luego recuerdo que muchos artistas se exprimen por dentro, se recomponen hacia fuera y unen sus trozos con oro… Y solo entonces llego a reconocerme.

Podría decirse que cuando un artista crea desde sus (des)trozos, sería como utilizar la técnica japonesa del kintsugi con uno mismo. La inspiración, en este caso, sería el oro, la plata o el platino que une esas partes para componer un todo haciendo que reluzca hasta lo que aún duele, sangra, enerva, asfixia o atormenta.

Pero ¿qué pasa cuando ese oro no llega?

Solo quedan los trozos dentro de un cuerpo rebotando de un lado a otro y haciendo ruido, sin saber qué hacer para que deje de agrietarse, sin saber cómo recomponerlo por dentro.

Así ha sido el principio de este encierro, un espacio vacío de oro y lleno de dudas.

Dudas de cada palabra y cada gesto propio, de tu voz porque solo la escuchas por dentro, dudas de si lo de fuera sigue existiendo, del olor que no recuerdas aunque sabes que sigue oliendo igual… Llega un momento en que te llenas de dudas y tus trozos flotan en ellas, pensando que la inspiración que necesitas está ahí fuera, que tú no eres suficiente, que necesitas los paisajes, la gente, las historias, el aire y la luz para que, con suerte, algo te alimente y dejes de sentirte un cuerpo inerte.

Tul negro: Marta Gómez (@marsgmz).

Creo que la inspiración podría ser este innato reflejo cuando no hay otra forma de salvarse que vaciarse con cuidado y con respeto con lo único que tienes, que eres tú mismo.

Aunque tengo que añadir que la creación solitaria es la más dura y la más visceral, al menos para mí.

Es darse la vuelta, exponerse y mirarse desde fuera y decirse: ¿Y ahora qué?

Entonces, pruebas, cierras los ojos y creas. Pero siguen las dudas de si lo que creas es sincero, dudas de la belleza de tu sinceridad.

Entonces, vuelves a crear.

Y creas una y otra vez y otra, porque te ahogas y la necesidad urgente de no hacerlo te sumerge y te arrastra a un mundo que conoces de memoria y te es desconocido al mismo tiempo. Compones a oscuras con tinta, lápiz, danza, música… y sientes que tu mundo es tan grande y el mundo se hace tan pequeño… Y de pronto lo ves. Ves cada una de tus ciudades, algunas derruidas, bombardeadas, apagadas o conquistadas. Otras siguen en pie con los recuerdos paseando entre sus calles sin miedo y sin prisa. Y otras están hechas de árboles nuevos y amaneceres.

El oro que inspira a veces está dentro de uno mismo. Solo hay que observarse con cariño y pasearse por todas las ciudades.

Hemos vivido una imposición de introspección emocional. Algunos, con suerte, nos hemos atrevido a mirar nuestra puerta cerrada y echarla abajo a golpes. Otros, quizá con suerte también, nos hemos alejado y hemos decorado una puerta que de momento hemos decidido no tocar. Y está bien.

Sea como sea, las creaciones artísticas que han nacido de este año paréntesis, ya sea de trozos o por destrozos, tienen la misma necesidad: nacer, expandirse y hacerse visibles.

Montaña: Carla Ribas (@planetababetes).

Pero las creaciones, como todo, tienen fecha de caducidad. Nacen de un momento específico, en un lugar específico, desde un latido específico. Con el tiempo, el lugar desde donde nació ya ha cambiado, porque tú lo has hecho y pierde la fuerza (la mayoría de las veces, la propia).

Estoy segura de que hay un lugar de ideas muertas que, por falta de confianza o de recursos (lamentablemente), no consiguieron nacer, expandirse y hacerse visibles, y ahora solo esperan a convertirse en polvo sin nadie que les lleve flores.

Y así nos vemos ahora, con todo este remolino creado y vivido sin saber qué hacer ni cómo ni dónde porque las sociedades, como algunas personas, tienen murallas físicas y mentales, sin espacio para la comunicación, la exposición, el movimiento, la luz, las palabras, el desgarro o el amor. Sociedades, como personas, que dejan flores de plástico.

Cuántas creaciones hay delante de las puertas de espacios vacíos… Cuánta lucha propia por hacerse oír como cuando un niño grita en sueños y nadie le escucha.

Así estamos a veces, llenos de rabia, gritos y miedo, sin dejar de crear desde nuestros trozos aun en tiempos inciertos.

 

Priscila Oms

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    • Priscila Oms

      Puestos a presentarme… Estudié interiorismo, me focalicé en el interiorismo comercial y en un momento de explosión física y psíquica lo dejé de lado y me centré en la danza, aprendiendo, bailando, creando, interpretando una de esas vocaciones viscerales que se quedan astilladas y necesitas sacarlas. La mayoría de las veces [...]