Transhumanismos

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José Ignacio Latorre

 

Los humanos aceptamos alterar nuestro cuerpo. Si tenemos un accidente, podemos reparar nuestro tullido esqueleto con placas, tornillos y prótesis; si falla el corazón, empleamos un marcapasos; si estamos enfermos, consumimos fármacos que cambian nuestra química. Somos humanos que se reparan y, en consecuencia, somos humanos aumentados artificialmente.

La modificación de nuestro cuerpo no se limita a situaciones en las que nuestra salud está en juego. Son muchas las personas que intentan transformar su cuerpo en aras de una estética no siempre obvia. Se dan operaciones de pechos, trasplantes de pelo, ortodoncias, liposucciones y aplicación de bótox y ácido hialurónico. Mención aparte precisan aquellas personas atrapadas en un cuerpo que detestan y que precisan de operaciones de cambio de sexo.

Foto de Patxi Ocio Casamartina.

¿Cuál es el límite?

No olvidemos que también deseamos mejorar nuestro cuerpo intelectualmente. El cerebro con el que nacimos es perezoso, no se concentra, se aburre. Los humanos reaccionamos tomando café, té o drogas que dañan seriamente la salud. Y somos adictos al entretenimiento. Podemos olvidar el mundo exterior y encerrarnos frente a una pantalla durante muchas horas cada día. Nos hemos desnaturalizado progresivamente en un camino que parece no tener retorno.

Estas ideas transhumanistas conviven con lo que parecen sus opuestas, aquellas que dotan de características humanas a seres artificiales. El humano pierde cuerpo a medida que los robots lo toman. Hablamos menos entre nosotros, somos más solitarios, pero nos fascina escuchar una voz artificial. Nos rodeamos de máquinas potentes, rápidas, que toman decisiones. Cualquier distopía parece pequeña ante la realidad que empezamos a vislumbrar.

La extrapolación es obvia: poco a poco dejaremos atrás nuestro cuerpo a la par que nos sumiremos en un mundo de seres artificiales. Tal vez el límite es no tener más cuerpo que el cerebro, tal vez seamos inmortales, tal vez haremos un volcado de nuestra mente en un sustrato de silicio, o tal vez nada de todo esto sucederá porque los humanos rectificarán su huida hacia adelante.

Sea cual sea el futuro lejano, los tiempos inmediatos sí son claros: nos relacionaremos con máquinas. Ellas nos darán todo tipo de servicios, nos entretendrán y nos darán un primer nivel de confort emocional. Son las inteligencias artificiales las que cuidarán de los mayores en una sociedad fuertemente envejecida.

¿Será este el momento de volver al humanismo? ¿Volveremos a apreciar el ágora griega, la pintura de Caravaggio, los versos de Lorca, por encima de una ingente marea de entretenimiento banal?

O no. Sencillamente somos un eslabón más en la evolución. Somos el paso necesario para crear inteligencia de sustrato no biológico. En ese tránsito, humanos aumentados física e intelectualmente discutiremos la hipótesis de Riemann con una inteligencia que habremos creado para superarnos.

José Ignacio Latorre

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    • José Ignacio Latorre

      José Ignacio Latorre és Catedràtic de Física teòrica a la Universitat de Barcelona i director del Centre de Ciències de Benasque Pedro Pascual. És un dels físics espanyols més reconeguts internacionalment en el camp de la física quàntica. Ha fet aportacions crucials a la teoria de camps i l’entrellaçament quàntic. [...]